Lo que de verdad importa

Lo que de verdad importa

El primer Mundialito Antifascista de Zaragoza fue un éxito rotundo y una experiencia ejemplar de convivencia entre miembros de todo tipo de colectivos y agrupaciones.

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Todos querían lo mismo: pasárselo bien y jugar a futbito, a baloncesto, o a los dos, los que se veían con más ganas. Era lo único que importaba ayer a los cientos de participantes del primer Mundialito Antifascista que se celebró en el Centro Deportivo Municipal Actur y que fue un absoluto éxito en todas sus facetas; participación, organización y buen ambiente. Los primeros partidos habían empezado a las 9,30 de la mañana, y a las 11 el centro deportivo era un auténtico hervidero de lo más agradable, donde la mezcla de personas de todas las edades, procedencias y formas de ser lo convirtió en lo que se pretendía: un ejemplo de una Zaragoza sin el menor atisbo de discriminación ni exclusión.

Y es que el carácter no competitivo de la convocatoria hacía que ni los que habían perdido por una cuantiosa goleada mostraran el más mínimo enojo. Un vecino del barrio que se había acercado al ver el movimiento se confesaba encantado. «La idea es muy buena y veo que la gente está muy alegre, hay un ambiente muy majo», comentaba.

Con una impecable organización de la Coordinadora Antifascista, los mismos espectadores disfrutaban igual que los que jugaban, que mostraron sus dotes deportivas (o sus carencias, que a veces eran más divertidas) en partidos de quince minutos. Así se desarrollaba la liguilla en la que se clasificarían los mejores de los 40 equipos de futbito y los 18 de baloncesto que se inscribieron. Algún que otro equipo tuvo curiosos incidentes. «En nuestro equipo estábamos un vecino de Épila, Mohamed (senegalés), dos ecuatorianos, y otro amigo que trabaja en una funeraria. Hace nada le han llamado para ir a un entierro y nos hemos quedado sin portero. Enseguida hemos fichado a alguien, pero dice que cuando acabe vendrá con el coche fúnebre y todo, jugará y luego lo devolverá a la empresa. Es bien capaz», contaba divertido uno de los participantes.

Este era un ejemplo de la composición de los equipos, en los que había miembros de asociaciones vecinales, de inmigrantes, de amigos, todas las clases de colectividad imaginables. La Coordinadora puso a disposición de todos los asistentes zumos, fruta y agua, lo que convertía las gradas en un espacio de piscolabis en el que no faltaba alguno que, después de haberlo dado todo en el partido, dormía el madrugón.

A la una se pudo comer un menú preparado por la organización, que consistía en ensalada de arroz, otra de patata, y tostadas con humus. Todo por dos euros. Los partidos se sucedieron durante toda la jornada hasta la noche, donde los vencedores se llevaron una copa de arcilla como premio.

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